SERIE DE TEMPORALES DE 2014
4-3-2014
9-2-2014
2-2-2014
Video de la mañana de la ciclogénesis explosiva Becky
BECKY
La galerna de 1912
El 12 de agosto de 2012 se cumplen 100 años de la mayor catástrofe
natural del siglo XX. Una galerna arrasó la costa
vasca dejando 143 víctimas mortales. Las víctimas eran marineros de
Lekeitio(16), de Elantxobe(8), de Ondarroa(3) y principalmente de
Bermeo(116).
Aunque
la conocemos como la galerna de 1912, hoy en día la hipótesis más
aceptada es la de que pudo tratarse de una ciclogénesis explosiva,Viendo los mapas de la época parece que hubo una potente ciclogénsis sin llegar a ser explosiva.
Situación previa: Día 12 a las 0 UTC Durante la galerna: Día 13 a las 0 UTC
En esa "galerna" hubo un superviviente, Juan Daniel Eskurza de Lekeitio que sobrevivió tres días en el agua agarrado a dos palos en forma de cruz. El texto que sigue es la transcripción literal del suceso contado por su protagonista y a continuación, para hacernos a la idea, podemos ver las imágenes de las dos últimas ciclogénesis explosivas que hemos vivido Klaus y Becky.
Situación previa: Día 12 a las 0 UTC Durante la galerna: Día 13 a las 0 UTC
En esa "galerna" hubo un superviviente, Juan Daniel Eskurza de Lekeitio que sobrevivió tres días en el agua agarrado a dos palos en forma de cruz. El texto que sigue es la transcripción literal del suceso contado por su protagonista y a continuación, para hacernos a la idea, podemos ver las imágenes de las dos últimas ciclogénesis explosivas que hemos vivido Klaus y Becky.
"El 11 de agosto de 1912 salimos de Lekeitio en la lancha "San
Nicolás", para la pesca del bonito. Yo era patrón, y conmigo venían otros
siete hombres. Cuando estábamos a unas 28 millas al Norte de Bilbao. viento Sur
había, mar bella. Al anocheser, al ver el buen tiempo, arriamos las velas para
pasar la noche; pero hasia las nueve, trajo una galernilla con lluvia,
galernilla que cada ves aumentaba, cada ves hasía tiempo más fuerte. Al ver
aquello dije: las velas habrá que isar. Y se isó la vela pequeña de proa, las
seis varas para volver a Bilbao, escapando del mar. Cada ves el viento era más
fuerte, traía mar. Golpe de mar trae, dije yo, al ver aquello. El sielo se puso
oscuro, oscuro, no se veía nada y un ruido horrible hasía el mar. Un golpe se
nos llevó el compás, y llenó la cubierta de agua. Ya nos asustamos. ya, pero sin pensar
que podríamos perdernos. El susto nuestro, no era nada... Siegos, porque no se
veía nada; sordos, porque la mar al desmontarse y levantar olas como casas y todas seguidas, no
se dejaban oir; la embarcasión se puso quilla al sielo, y todos los hombres
caímos por la
amura de babor.
Vosotros que habéis vivido siempre en tierra, que ni los terremotos conoséis, no sabéis lo que es aquello. Embarcasiones de treinta pies, de más pies también, andan como peleles ensima del agua. Uno de los hombres se puso ensima de la quilla, ya se consiguió aquel estarse... Yo tenía confiansa en los golpes de mar, y ayudando un poco nosotros, pondríamos otra ves en su sitio la lancha, y grité a los muchachos que se aguantarían lo que podían. Yo, a un palo que había allí me agarré con todas las fuersas, cuando se venían los golpes de mar... Allí todos resábamos, ¡gure Antigua'ko Amabirgiñia, libragaizugu! se oía por todas partes como si se quería romper el ruido de las olas con las orasiones... Poco a poco, paresía como que se iban poniendo lejos los que resaban. Yo me creía que se iban a la deriba, todos vivos... Al fin, no oí los resos de la gente, sólo el ruido del mar y del viento. Yo veía, en medio de la oscuridad, al hombre que se estaba en la quilla y le dije que se quitaría de allí porque la barra del timón le podía romperle los brasos. Y aquel hombre, se tiró adonde yo estaba. Era Víctor Laka, que se agarró al palo que yo tenía. Luego llegó Bengoetxea. Eramos tres, y para alargar angustia. nuestra, la mar que paresía un volcán, nos trajo otro palo. Con ella, y siempre aguantando las oleadas terribles, con la cuerda que sujetaba al otro palo amarramos, y con grandes trabajos amarramos los dos palos uno a otro. formando la Crus de San Nicolás. Y llegó otro hombre. Víctor Basterrika. que se puso en una de las aspas de la crus, pero como atontado estaba, y al cabo de un cuarto de hora, desaparesió para siempre en medio de aquella oscuridad. Tres nos quedamos entonses en medio dc aquella oscuridad, cada uno en una punta de la crus... Entonses volví a oír los resos de los que luchaban en la esperansa de que la embarcasión se pondría en pie... No sé si era ilusión, o eso que disen que es como un sueño cuando se está despierto... porque otra ves no se oía más que el ruido de la mar y el viento, ni un ¡ay!, nada de hombres... Una misa que ofresca a la Virgen de la Antigua el que se salve, dijimos nosotros. La noche paresía de treinta años y queríamos que llegara el día, aunque só1o fuera para ver agua y sielo. Era espantoso. olas como casas de grandes contra nosotros. como de rabia porque no nos podía tragar como a los otros; nos aferrábamos al palo, hasta que pasaba sin alentar, para no tragar agua en cada golpe de mar.
Vosotros que habéis vivido siempre en tierra, que ni los terremotos conoséis, no sabéis lo que es aquello. Embarcasiones de treinta pies, de más pies también, andan como peleles ensima del agua. Uno de los hombres se puso ensima de la quilla, ya se consiguió aquel estarse... Yo tenía confiansa en los golpes de mar, y ayudando un poco nosotros, pondríamos otra ves en su sitio la lancha, y grité a los muchachos que se aguantarían lo que podían. Yo, a un palo que había allí me agarré con todas las fuersas, cuando se venían los golpes de mar... Allí todos resábamos, ¡gure Antigua'ko Amabirgiñia, libragaizugu! se oía por todas partes como si se quería romper el ruido de las olas con las orasiones... Poco a poco, paresía como que se iban poniendo lejos los que resaban. Yo me creía que se iban a la deriba, todos vivos... Al fin, no oí los resos de la gente, sólo el ruido del mar y del viento. Yo veía, en medio de la oscuridad, al hombre que se estaba en la quilla y le dije que se quitaría de allí porque la barra del timón le podía romperle los brasos. Y aquel hombre, se tiró adonde yo estaba. Era Víctor Laka, que se agarró al palo que yo tenía. Luego llegó Bengoetxea. Eramos tres, y para alargar angustia. nuestra, la mar que paresía un volcán, nos trajo otro palo. Con ella, y siempre aguantando las oleadas terribles, con la cuerda que sujetaba al otro palo amarramos, y con grandes trabajos amarramos los dos palos uno a otro. formando la Crus de San Nicolás. Y llegó otro hombre. Víctor Basterrika. que se puso en una de las aspas de la crus, pero como atontado estaba, y al cabo de un cuarto de hora, desaparesió para siempre en medio de aquella oscuridad. Tres nos quedamos entonses en medio dc aquella oscuridad, cada uno en una punta de la crus... Entonses volví a oír los resos de los que luchaban en la esperansa de que la embarcasión se pondría en pie... No sé si era ilusión, o eso que disen que es como un sueño cuando se está despierto... porque otra ves no se oía más que el ruido de la mar y el viento, ni un ¡ay!, nada de hombres... Una misa que ofresca a la Virgen de la Antigua el que se salve, dijimos nosotros. La noche paresía de treinta años y queríamos que llegara el día, aunque só1o fuera para ver agua y sielo. Era espantoso. olas como casas de grandes contra nosotros. como de rabia porque no nos podía tragar como a los otros; nos aferrábamos al palo, hasta que pasaba sin alentar, para no tragar agua en cada golpe de mar.
Al mediodía del trese me dijo Laka: ¡Ay! Daniel, yo ya no
puedo aguantar más, di a mi padre y a mi madre que no podíamos... Un golpe de
mar lo lansó a ocho metros Y se hundió
como una piedra. Al cabo dc dos horas, me dise Bengoetxea: primo, también a
nosotros nos tiene que llegar. No seas tonto. aguanta... aunque sea a la playa
de Fransia iremos, y hasta que toquemos la tierra con los pies, no nos
levantaremos. Al poco, el pobre empesó a delirar, ;qué tintura de anchoa o
saldina! me dijo. Yo creía que era broma, pero me llamó la atensión aquella
salida, le puse el dedo delante de los ojos, y no veía. Otro golpe de mar le
tiró a unos treinta metros, para otro golpe volverle al palo, al que se agarró
en su agonía, con un continuo rascar de la madera como buscando el apovo del
cuerpo, un terser golpe lo tiró al mar para ya no salir.Toda a la noche del trese al
catorse, la pasé sólo. AI amaneser vi la tierra de Lekeitio, vi la playa de
besugo que llamamos Arritxu... En Lekeitio, pensaba yo, creerán que me he
metido en el fondo como los otros, y no saben que estoy aquí.
Hasia las onse de la mañana vi
tres vaporsitos, que se habían salido en socorro de los náufragos. Todavía
había bastante mar. Les vi pasar, grité, anduve el braso por arriba para haser
señales, pero se alejaban sin verme... Sólo los churrines, esos pájaros de la
mar, eran mis amigos, que se me ponían en la cabesa y en los hombros. A las
dies de la mañana pasó el vaporsito de Lequeitio “Antigua'ko Ama”. Nadie me
vio. Volví a gritar, anduve los brasos al aire y nadie me vio. Tenía mucho
sueño y mucha ses, el pescueso me dolía de tanto mirar a tcdas partes en el
horisonte, a ver si venía algún barco. Para descansar, ponía el puño serrao en
el palo de la crus, luego otro puño ensima, okotza ensima para descansar la
cabesa, Tenía sé y sueño. Por la tarde me cuadré, en la altura de Deba-Getaria...
Por el Este pasaban los vaporsitos de Ondárroa y Lekeitio buscando a los náufragos;
por el Oeste los de San Sebastián y Getaria... Y yo que veía la salvasión
serca, pedía y resaba a la Virgen de la Antigua, para que me vieran en la noche
aquellos hombres que habían salido para salvarnos.
En la mañana del día quinse,
día de la Virgen, sentí miedo. Era la fiesta grande, día de bandera de la
Cofradía, y que no sale ninguna embarcasión a la pesca. No podía esperar de mis
compañeros, pero quedaba la esperansa de las embarcasiones de arrastre de San
Sebastián y Pasajes, que podían recogerme, ¿si no?... Sin embargo esperaba
llegar a Fransia, y salvarme en último caso.
Buen tiempo amanesió el día de
la Virgen. Vi Ias parejas de mamelenas, a unas dies millas de la costa.
Derechos venían los vapores, al palo. O me cogían o me hundían para siempre.
Pero hiso la guiñada hasia tierra. Grité, como no había gritado en mi vida, porque
veía la salvasión sólo en los vapores mamelenas. No me oyeron, y se marcharon
tres millas al Este, apartándose de mí.
Como los barcos no me veían,
hasía lo siguiente: los churrines estaban en la cabesa y espalda, las dejaba
estar, y cuando creía que miraban desde
los vapores, sacudía el cuerpo y lansaba un fuerte ¡eup! Las aves volaban
alrededor mío, para volverse a posar otra ves. Este último barco, noté que por
fin, del puente había movimiento, corriendo los tripulantes de un lado a otro.
De pronto vi que arriaban un bote y
venían hasia mí. Quise desprenderme de los palos, y salir al encuentro nadando,
pero me ordenaron ¡espera, que puedes ir al fondo!
Cuando llegué al barco me
preguntaron: ¿Habéis naufragado anoche? No, estoy desde el día 12 en el agua.
¡Desde el día 12, repitieron asombrados!
Y así, después de recorrer más
de sesenta millas, me recogieron y llevaron a San Sebastián, a pesar de que les
dije: Por mí podéis seguir pescando y luego iremos al puerto.
Me llevaron seguidamente a San
Sebastián, y cuando me recuperé, fui resibido por S. M. Alfonso XIII, que me
nombró desde entonses, patrón de su gasolinera "Kun-Tuzin”, y de la que
estuve en servisio hasta que vino la República".
CICLOGÉNESIS EXPLOSIVA KLAUS
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